"Por mucho que hablen los aduladores para distraer el pensamiento de las gentes, ello no debe impedir que los hombres se den cuenta de las cosas"
John Locke, "Two Treatises of Government (2nd)"

"La juventud argentina querrá volver sus ojos hacia el pasado y exigir a la historia una rendición de cuentas encaminada a enjuiciar el uso que los gobernantes de todos los tiempos han hecho del sagrado depósito que en sus manos fueron poniendo las generaciones precedentes y también si sus actos y sus doctrinas fueron suficientes para llevar el bienestar a sus pueblos..."
Juan D. Perón, "Discurso a los Jóvenes del 2000", (1952)


domingo, diciembre 05, 2004

The Crisis of Argentine Capitalism

Desde Amazon me llegó hoy una recomendación sobre el libro "LA CRISIS DEL CAPITALISMO ARGENTINO" de Paul Lewis de la Universidad de North Carolina. Lo primero que cruzó por mi mente fue "otro ensayo sobre los origenes de la crisis del 2001", pero luego me doy cuenta que es un libro publicado en 1990!!! y que abarca el período desde 1910 (cuando la Argentina estaba destinada a ser uno de los grandes países de la tierra) hasta fines de la década del ´80 cuando ya el derrumbre de la Argentina estaba en etapa avanzada. Más allá del título, creo que este libro nos cuenta un poco esa historia sobre el derrumbe Argentino, y explora las explicaciones más comunes que tiene nuestro fracaso como país. (ver puntos 1 a 6 más abajo)

CHAPTER ONE
Introduction. Answers to a Riddle
Argentina holds a morbid fascination for students of political economy because it has a system in which power is so thoroughly spread out among well-organized and entrenched interests that it is an almost perfect example of entropy. Also, Argentina fascinates students of development because, in many respects, it seems to be going backward. Although it possesses many modern institutions, they are decaying rapidly. Argentines are sensitive to this and spend much time analyzing their society's shortcomings and prescribing remedies, like patients suffering from a rare, wasting disease. They once aspired to becoming one of the world's advanced nations, but they failed. That failure is all the more puzzling because Argentina possesses a temperate climate, an integrated national territory, vast stretches of fertile soil, large deposits of petroleum, easy access to the sea, and a literate and fairly homogeneous population.
There have been many attempts in both the scholarly and popular literature to explain Argentina's stagnation. Broadly speaking, the following are the most frequently cited causes:

(1) the traditional cattle-raising and export merchant oligarchy's refusal to accept modern social and political change;
(2) the military's increasing interference in politics, which exacerbates instability rather than avoids it;
(3) the exploitation of Argentina by foreign capital;
(4) the lack of a native industrial class with a true entrepreneurial spirit;
(5) the personal machinations of one man, Juan Domingo Perón, who was Argentina's president from 1946 to 1955 and continued to influence its politics for two decades after that; and, finally,
(6) the Argentine national character in general, which is held to be egotistical, inflexible, and conflictive, thus making impossible all cooperative effort, including that required for development.

Let us describe each of these causes in a little more detail and establish working hypotheses or tools with which to explore the complexities of Argentina's recent history.
(capítulo I continúa en el libro completo)

The Crisis of Argentine Capitalism - Questia Online Library
- Contents
- Tables
- Preface to the Paperback Edition
- Preface to the First Edition
- Abbreviations
- Chapter 1: Introduction
- Part I: Argentine Industrial Capitalism Before Peron
- Chapter 2: The Preconditions for Growth
- Chapter 3: The Emergence of Industry
- Chapter 4: Capital and Capitalists
- Chapter 5: The State and Industry
- Chapter 6: Labor
- Part II: The Peronist Watershed
- Chapter 7: The Roots of Charisma
- Chapter 8: Toward the Corporate State
- Chapter 9: The Rise and Fall of Peronist Economics
- Chapter 10: The End is the Beginning
- Part III: Political Stalemate and Economic Decline
- Chapter 11: The Paralysis of the State
- Chapter 12: Planning Under Pressure
- Chapter 13: The Role of Foreign Capital
- Chapter 14: Local Businessmen and Their Limitations
- Chapter 15: Capital on Strike
- Chapter 16: The Erosion of Union Power
- Part IV: Descent into Chaos
- Chapter 17: The End of an Illusion
- Chapter 18: The Agony of the Open Market
- Chapter 19: Dynamic Stagnation
- Chapter 20: The Permanent Stalemate
- Notes
- Index

Ver libro completo:The Crisis of Argentine Capitalism - Questia Online Library
O también se puede comprar el libro en AMAZON

miércoles, noviembre 24, 2004

Argentina, destino africano?

Argentina, destino africano?

Jose Luis Espert, 31 de Octubre del 2004

Los indicadores económicos de corto plazo son espectaculares. Estamos creciendo por segundo año consecutivo en el orden del 8%, con chances que a fines de 2005 recuperemos los paradigmáticos niveles de actividad de mediados de 1998. La situación fiscal es sólida. La tasa de interés es más baja que durante los mejores años de la convertibilidad. Lo mismo que la fuga de capitales de residentes. Además, ya hay alguna entrada de capitales de extranjeros. Todo bien.

Cosas muy parecidas se decían hace 10 años cuando la convertibilidad estaba en su apogeo y ya sabemos cómo terminó. Retrocediendo más en el tiempo encontraremos que Argentina parecía tener destino europeo a principios del siglo pasado pero hace 30 años que tiene el mismo PBI per cápita, con el agravante que el 44% de la población hoy es pobre cuando antes era mínima. Hace 25 años éramos igual que Irlanda y hoy son casi 12 veces mayores que nosotros (ver cuadro). Eramos iguales a España y en 2004 ellos son 6 veces más que Argentina. Australia nos superaba en 40% y hoy es 8 veces más. México era menos de la mitad de Argentina y hoy nos supera en 70 por ciento. Eramos 2,5 veces más que Chile y hoy ellos son casi 50% más que nosotros. Argentina era 6 veces Botswana (Africa) y hoy nos superan en 40 por ciento. Fuimos 6 veces más que Brasil y hoy estamos a la par.

Nuestra decadencia es tan terrible que hoy, a pesar de tener entre 8 y 13 veces más de ingreso per cápita que algunos países africanos muy pobres como Zambia, Kenya y Tanzania, la clasificación que nos corresponde en el mundo a partir de indicadores institucionales (ver cuadro adjunto) más la performance de crecimiento económico del último cuarto de siglo, es muy similar a la de ellos.

En efecto, en la segunda columna del cuadro adjunto se ve que haciendo un promedio del ranking de cada país para 7 variables (sobre la base de 200 países de todo el mundo) Argentina ocupa el puesto número 134, Zambia el 137, Kenya el 142 y Tanzania el 145. Irlanda está número 17, Australia en el puesto 21. Los tres primeros (no están en el cuadro adjunto) son países nórdicos: Dinamarca, Finlandia y Suecia. O sea, a pesar de que nuestro ingreso per cápita está en el orden del de Chile, México y Brasil, en materia de respeto a las instituciones, calidad en la información pública, imperio de la ley, eficacia del gobierno, etc., somos indigentes.

Ejemplos sobran. La ridícula redistribución "progre" de los cortes más caros de la Cuota Hilton que ha hecho la Secretaría de Agricultura. El desembarco "pingüino" en el BCRA que llegó al límite del absurdo al poner como director del ente que rige la política monetaria del país a un especialista en lotería. El "apriete" permanente de la Secretaría de Energía para que las generadoras de electricidad capitalicen en la construcción de una central los 460 millones de pesos de deuda que Cammesa contrajo con ellas desde la pesificación de las tarifas. La media sanción del Senado de un proyecto de ley que impide a las empresas de servicios públicos intimar al pago a un moroso sin audiencia previa de mediación. El gobernador de Santa Cruz apela una medida judicial que lo obligaba a abrir toda la información relacionada con los fondos de la Provincia y consigue que otro juez le diga que no tiene porqué rendir cuenta de lo que pasó con el dinero.

Y como paradigma de la falta de imperio de la ley está el reciente fallo de la Corte Suprema de Justicia declarando constitucional la pesificación de los depósitos bancarios.

Es una vergüenza que la Corte Suprema haya dictaminado exactamente al revés sobre el mismo tema en poco más de un año y medio. En efecto, el 5 de marzo de 2003 en el caso de la provincia de San Luis contra el Banco Nación por sus depósitos a plazo fijo, declaró inconstitucional la pesificación de los depósitos bancarios destacando que "el Poder Ejecutivo se apartó de las directivas dadas por el Congreso en la ley de emergencia 25.561" y que "la pesificación asimétrica dispuesta mediante el decreto 214/02 arrasó con el derecho de propiedad de modo incompatible con la protección que la Constitución otorga a esa garantía".

En su fallo del martes, la Corte Suprema consideró que la pesificación es constitucional, que los amparistas (los ahorristas que recuperaron sus depósitos mediante acciones de amparo) son poco menos que aves de rapiña, que respetar el derecho de propiedad (o sea dólares) hubiera sido crear una clase privilegiada de "no estafados" y que la convertibilidad fue una ficción. Claro, salvo el caso de Carlos Fayt, todos los ministros de la Corte que en aquél momento votaron contra la pesificación y a favor de la dolarización de los depósitos de San Luis como Julio Nazareno, Eduardo Moliné O´Connor, Guillermo López y Adolfo Vázquez ya no están más, ya sea por las gestiones del propio Kirchner o de sus "adjuntos" en el Congreso con las respectivas amenazas de juicio político. Por supuesto que esto no es ninguna defensa de aquellos cortesanos sino poner las cosas claras: así como antes había una repudiable mayoría automática menemista, ahora fue reemplazada por una no menos cuestionable tropa kirchnerista. O sea, una burda expresión de la Argentina feudal. Viene el gran señor, en este caso Kirchner, hace 10 años Menem y negocia "su" Congreso, designa sus jueces, su Corte Suprema, su Banco Central.

Irresponsabilidad premiada

También es una vergüenza el fallo de la Corte por la desproporción y antagonismo de actitudes que se tuvo con las provincias versus los ahorristas. La convertibilidad explotó por culpa de que durante 11 años (1991-2001) se mezcló el tipo de cambio fijo por ley con déficits fiscales de 12.000 millones de dólares en promedio anual (4% del PIB) financiados externamente, primero con privatizaciones y luego con colocaciones de deuda. Esto último hizo que el endeudamiento público consolidado (Nación y provincias) saltara US$ 106.000 millones entre 1990 y 2001. De US$ 66.000 millones a US$ 172.000 millones. Las provincias explican 25% de ese aumento de la deuda, o sea US$ 26.500 millones (3 veces la que tenían antes de la convertibilidad) que es el déficit fiscal que acumularon en el período ¡a pesar de haber recibido US$ 15.000 millones en promedio por año de recursos federales (coparticipación y otros), el doble de lo que recibían antes de la convertibilidad! Sin embargo, la Nación se hizo cargo del 100% de la deuda interna de provincias por valor de US$ 13.000 millones ¡como premio por su irresponsable política fiscal durante más de una década!

Si a las provincias, responsables junto con la Nación del peor colapso de la historia argentina se les dio La nacionalización (¿condonación?) de la deuda por US$ 13.000 millones ¿por qué no emitir otros US$ 13.000 millones de deuda pública para respetar los depósitos de la gente y de paso poner algún límite a la barbaridades que puede hacer el Estado en la Argentina?

jueves, junio 24, 2004

El "goce" sobre el enemigo

Luis Gregorich para LA NACION

...Prolongando aquellas drásticas sanciones de "al enemigo, ni justicia" y "el mejor enemigo es el enemigo muerto", ahora se ha fortalecido el "goce" (palabra de justo prestigio psicoanalítico) sobre el enemigo o adversario, el encarnizamiento en los despojos, la febril necesidad de hacer leña del árbol caído, hasta el punto de que la derrota ajena, su narración agraviante, brindan mucho más placer que la victoria propia...

...Hay, por supuesto, explicaciones para esta patología social, la más obvia de las cuales consistiría en decir que se trata de habituales válvulas de escape de las tensiones colectivas, y que simplemente asistimos a una agudización de su vigencia. También se podría profundizar el razonamiento y afirmar, en otro marco, que en realidad tales hechos representan una atenuación de la violencia entre nosotros, porque actúan como un ersatz, un sustituto casi inocuo de tantos años sangrientos, de una sociedad que pudo engendrar un Estado que, a su vez, fue capaz de destruir y hacer desaparecer a miles de cuerpos de compatriotas...

...Sea como fuere, es evidente que los ejercicios destructivos no se limitan al mundo del deporte. Hay en la actualidad muchos medios masivos de comunicación que, tal vez en sintonía con cierto canibalismo de parte de sus consumidores, se complacen en la crítica sobreactuada y la ridiculización de los gobiernos constitucionales de Carlos Menem y Fernando de la Rúa. Ambos gobiernos pueden ser criticados por distintos motivos, cada uno en su dimensión y coyuntura. Pero otra vez el ensañamiento superfluo y la permanente subestimación impiden el verdadero juicio crítico, cuya ausencia sólo incrementa la perplejidad acerca del pasado y la incertidumbre sobre el futuro...

viernes, junio 04, 2004

Becoming a serious country ?

See full article from The Economist
Argentina has a big opportunity to reverse its history of decline. But it will need to draw the right lessons from the past.....

....Argentina is thus not a “developing country”. Uniquely, it achieved development and then lost it again. That is a haunting condition: it may help to explain why psychoanalysis and the nostalgia-ridden tango are so popular in Argentina. It is reflected, mockingly, in the fading Belle Epoque splendour of Buenos Aires.

What went wrong, and when? According to one school of thought the decline began in 1913, as the Pampas became fully settled: growth slowed because the country proved unable to industrialise and diversify effectively. Liberals, for their part, have traditionally blamed the governments of Juan Péron (1946-55), with their quasi-fascist pursuit of autarky and a state-run economy. Leftists have a more precise date: March 24th 1976, when the most vicious dictatorship of South America's recent history took power. In this view, shared by many of those close to Mr Kirchner, the dictatorship's economic policy prefigured Menemism, running up unsustainable debt and destroying the state's capacity to regulate the economy.

There is some truth in all three views. What made matters worse is that Britain cast Argentina adrift after the second world war, and the United States never showed much interest in sponsoring the country's development.

Yet the most powerful factor in Argentina's decline has been its unstable politics since 1930, when a (not very bloody) military junta took power, ending seven decades of civilian constitutional government. The rule of law has been repeatedly trumped by executive power ever since. That is one reason why the state has been able to expropriate private savings so often, through hyperinflation or devaluation—and why Mr Cavallo thought it necessary to set up the currency board.

It is hardly surprising that Argentines are holding perhaps $100 billion abroad. Credit from the country's banking system to the private sector equalled only 25% of GDP at its peak in the 1990s, low even by Latin American standards. As a result, Argentina's economy is hostage to the in- and outflow of capital......





Let's see!!

martes, febrero 24, 2004

La Argentina patetica

La Argentina patetica

Jose Luis Espert, 10 de Junio del 2002

La discusión en Argentina hoy es patética. Los partidarios del “modelo” lloran por el default y la devaluación y la izquierda populista quiere más destrucción porque la que ya hizo desde el 20 de Diciembre del año pasado, no le alcanza. En el medio, 36 millones de argentinos sufren la peor crisis de la historia.

Los partidarios del “modelo” (ya sean empresarios o intelectuales) han sido liberales de café. Vivían declamando el libre mercado, pero se reservaron para ellos los cotos de caza de las ganancias fáciles de privatizaciones monopólicas, protecciones arancelarias y regímenes especiales. Los banqueros vivían despotricando contra los déficits fiscales y el gasto público, pero al mismo tiempo financiaban la irresponsabilidad fiscal, atragantándose con bonos públicos y préstamos a las provincias con garantía de la coparticipación.

Los economistas que le dieron letra sofisticada a los intereses corporativos, fueron los economistas de la “buena onda”, del reduccionismo monetario (con la Convertibilidad bastaba) o directamente inescrupulosos “profesionales” que dijeron lo que convenía a los empresarios que los contrataban. Así apoyaron barbaridades como el Mercosur, el Plan de Infraestructura de De la Rúa, las alquimias de Cavallo, el Megacanje y cuanto engendro de política económica saliera de la galera del Ministro de Economía de turno. Apoyar cualquier cosa era preferible a ser un “terrorista” económico. Demostraron que así como eran economistas, tranquilamente podrían haber sido vendedores de tachuelas, porque ninguna víscera les vibraba por el bien común (sólo se trataba de maximizar ingresos personales). Así lograron que el capitalismo fuera visto por la gente como su enemigo, que siempre privilegia intereses corporativos, corruptos y prebendarios. Hoy son los mismos que se rasgan las vestiduras con el default y la devaluación, como si estas calamidades no las hubiera gestado la política económica que ellos apoyaron durante una década.

Los economistas de la “buena onda” vacía de contenido negaban la devaluación por el caos que se generaría. No se daban cuenta que el default, la confiscación de depósitos y la devaluación fueron inevitables por la indisciplina fiscal que nunca criticaron. Le hicieron “la vista gorda” a un gasto público financiado de una manera insostenible con deudas en dólares. Muy mal deberían sentirse hoy quienes apoyaron el experimento de la última década, ya que el rotundo fracaso de la Convertibilidad ha dado pie a que la Argentina sea el único lugar del mundo donde, por el fracaso del capitalismo, ha renacido la amenaza trotskista (Luis Zamora)!.

Los errores han sido tan grandes que hasta los “ganadores” del modelo están quebrados. La descapitalización y quiebra es generalizada. Los bancos, han perdido todo su capital porque le prestaron al sector público por un monto que excedía largamente su propio patrimonio. Las empresas (nacionales y extranjeras) que se endeudaron en dólares, han visto esfumarse su patrimonio luego de la devaluación. La pesificación de las deudas, la modificación de la ley de Quiebras y el proyecto de defensa de las empresas “culturales”, son intentos desesperados de evitar la pérdida patrimonial, a costa de los acreedores y de los depositantes. En este intento, se está generando un clima de xenofobia, denunciando una conspiración internacional para “quitarnos el agua y la tierra”. Pareciera que se está gestando una nueva alianza “setentista” entre el capitalismo nacional y la izquierda autóctona.

Estamos volviendo a la vieja teoría de la dependencia sin entender que en un mundo globalizado el capital no tiene banderas. El capital nacional no es necesariamente mejor que el capital extranjero. En un mundo globalizado, el capital nacional puede enviar libremente sus ganancias al exterior y también el producido de la venta de sus empresas a inversores extranjeros. Da más empleo a la gente un capitalista extranjero que invierte capitales nuevos que un capitalista nacional que vende sus empresas o se lleva los beneficios de privatizaciones monopólicas para invertir en Brasil o en otros países. O sea, el capital es capital y no tiene banderas ni pasaportes. Lo importante es generar un clima de confianza que permita la inversión de capitales de riesgo, no rentísticos, cualquiera sea el origen del mismo.

El drama bancario también ha exacerbado los espíritus xenófobos y aquí el caradurismo del populismo nacional es excesivo. Bien facilista, nunca se rasgó las vestiduras cuando en la última década el gasto público crecía de manera enloquecida creando un mar de parásitos en el sector público y se financiaba externamente para exponenciar un crecimiento fácil pero al mismo tiempo insostenible. Se concentraba en criticar el espíritu de las reformas menemistas, en lugar de criticar la forma en que se hicieron: privatizaciones (demasiado monopólicas), apertura (“trucha” al estilo Mercosur) y algo de desregulación de mercados. Toda su violencia verbal era muy marketinera (aunque bien certera en términos de rating popular): había que ser cruenta con la Ferrari, la corrupción y toda aquello que llegara fácil a la gente, aunque de contenido y de recomendaciones serias de qué hacer con el país, nada, cero absoluto. Y cuando hacia fines de 2001 se venía el default de la deuda, lo alentaban, porque “dejar de pagar nos permitiría hacer políticas sociales, redistribuir ingresos y volver a crecer”. Hoy están repartiendo las migajas de los planes trabajar en el medio de una miseria galopante.

Resulta inconcebible ver cómo buscan responsables afuera, sean los bancos extranjeros, el FMI o los Estados Unidos. El populismo no quiso entender nunca que luego de años y años de una política fiscal demencial, la estafa al ahorrista era inexorable, tal como había ocurrido a fines de 1989. Porque una cosa hay que aprender. En economía se puede hacer cualquier cosa, lo que no se puede evitar son las consecuencias. La ley de gravedad existe. Hoy es mucho más fácil echarle la culpa a los bancos, culpa que sin duda tienen en parte, que rasgarse las vestiduras por no haber votado en contra de los aumentos de gasto público que cada presupuesto planteó para la sociedad en la última década con la patética excusa de los costos sociales que tal medida tendría. No tienen ni la más mínima lógica. Cuando entraban capitales del exterior, no abrían la boca sobre lo que estaban financiando y cuando se van, denuncian el vaciamiento del país.

Las denuncias conspirativas hechas con frases rimbombantes, efectistas pero vacías de contenido, son típicas de la izquierda autóctona que nos supimos dar. En ella militan versiones “light”, bien corporativas y corruptas como el radicalismo y el peronismo (el menemismo no es ni de derecha ni de izquierda, sí es el paradigma de lo inescrupuloso) y variantes más “pesadas” como Carrió o trotskistas como Zamora. En última instancia, nuestra izquierda es una fiel representante del complejo de inferioridad que tenemos los argentinos frente a quienes les va bien, porque siempre ponemos a los exitosos como los causantes de que a nosotros nos vaya mal. Además, esta actitud desnuda una soberbia insana cuando se dice que “ahora vienen por nuestra agua y nuestra tierra”. ¡Cómo si tuviéramos un gran valor estratégico!. Algunas, más que una cruz en el pecho, necesitan un psicólogo de bolsillo.

Lo que hicimos mal en la última década fue tener un fisco que gastó sistemáticamente más de lo que pudo, endeudó al país hasta atragantarlo de papeles, atrasó el tipo de cambio como loco, hizo una apertura muy trucha como el Mercosur, privatizó de manera monopólica y siguió con el capitalismo corporativo y prebendario que venimos aplicando desde hace por lo menos medio siglo. Si esto es de derecha, izquierda o centro es un problema de segundo orden. Sí es cierto que necesitamos una meritocracia en el gobierno, en el Congreso y en la Justicia. Un auténtico capitalismo competitivo en materia económica basado en el respeto a los derechos de propiedad, apertura comercial y equilibrio fiscal. Este es el camino de los países que progresan en la globalización.

jueves, octubre 02, 2003

Como la Argentina aniquiló a su Clase Media

Es desgraciado que muchos se hallan dado cuenta con posterioridad, de las consecuencias del default desordenado, la pesificación y devaluación.!!


Como la Argentina aniquiló a su Clase Media, por María del Carmen Bourdin (en INFOBAE)


Relatar la manera en que un país fabrica pobres es siempre un ejercicio ingrato y complejo, pero necesario a la hora de revisar las responsabilidades de los gobiernos y tomar decisiones a futuro. En nuestro país, al compás de sucesivas crisis causadas porque los gobiernos de turno gastaban mucho más de lo que recaudaban, la clase media que, a mediados del siglo XX abarcaba un 75% de la población, se redujo a un modesto grupo social que actualmente incluye a no más del 40% de los argentinos, según las últimas mediciones del Indec.

El proceso que empobreció a la clase media es de larga data. Desde los años de Juan Domingo Perón, el Estado siempre gastó más de lo que recaudó y “maquilló” la pobreza con el incremento del gasto en asistencia social. A lo largo de la historia la “fiesta” de los políticos se financió de diferentes maneras. Durante los años ’80 fue con emisión monetaria, desencadenando los episodios hiperinflacionarios que en 1989 y 1990 afectaron dramáticamente los ingresos de la clase media.

La estabilidad de precios y la caída de la inflación de los ’90 dio un respiro, permitiéndole a la clase media recuperar niveles de consumo razonables y acceder al crédito. Pero paralelamente creció el desempleo y, en el último tramo de la década, la economía entró en recesión. Mientras tanto, el gasto público se incrementaba y era financiado por el endeudamiento del Estado.

Pero las medidas económicas del gobierno de Eduardo Duhalde dieron el golpe de gracia. Después de décadas de despilfarro estatal había que hacer un ajuste del gasto público y fue instrumentado con la devaluación que mejoró las cuentas del Gobierno, pero devaluó los salarios de los argentinos. Y otra vez el golpe se sintió en los bolsillos de la gente. Según un estudio de la consultora Equis, durante el período de convertibilidad el PBI per cápita era de u$s7.300 anuales: luego de la devaluación se redujo a u$s1.860.

La caída de 11% de la economía, el deterioro de los ingresos, el aumento del precio de la canasta de alimentos y el incremento del desempleo conformaron un cóctel explosivo que en el 2002 convirtió a la Argentina en el país que generó un tercio de los nuevos pobres de Latinoamérica. Para esa época, los argentinos que por décadas integraron la clase media ya se visualizaban a sí mismos como “nuevos pobres” o “pobres coyunturales”, en oposición a los “pobres estructurales” que son aquellos que siempre lo fueron. Estos nuevos pobres podían ser encontrados liderando asambleas barriales o integrando ferias del trueque para sobrevivir.

Y aunque el escenario no tiene hoy el nivel de dramatismo de los dos años anteriores no deja de ser complejo para la clase media, sobre todo por el desempleo que no cede. De hecho, de los 364.000 empleos nuevos que se crearon entre octubre del 2002 y mayo del 2003, sólo 290.000 fueron empleos genuinos; el resto provino de los planes Jefas y Jefes de Hogar. Tampoco parecen buenas las perspectivas a largo plazo. Si se mantienen los índices de desempleo y a ello se suma que los trabajadores con ingresos fijos sufrirían una reducción de su poder de compra debido a la mayor inflación esperada para el 2004, no sería aventurado decir que a la clase media le tocará otra vez la peor parte.

Tengamos en cuenta que el bienestar de la clase media depende más del crecimiento o el deterioro de la economía del país que de las políticas estatales de asistencia social, que en general le sirven más a los pobres estructurales.

miércoles, septiembre 24, 2003

Condenados a la Decadencia

Condenados a la Decadencia
Jose Luis Espert, 23 de Diciembre del 2002


Argentina está en la peor crisis de toda su historia, pero no se trata de una crisis cíclica. Hay una idea de país que no va más. Persistir en ella, sólo nos traerá más pobreza e indigencia. Los ejemplos a imitar son Chile, Australia, Nueva Zelanda, Irlanda. Ese es el camino. Sin embargo, entre lo que hace el gobierno de Duhalde y los consensos que hay en la sociedad, pareciera que al menos en el corto plazo, vamos a hacer lo opuesto a lo que hacen los países capitalistas exitosos.

Chile en los últimos 20 años ha acumulado un crecimiento del PIB real por habitante del 136% y recientemente a cerrado un acuerdo con los EEUU para entrar al ALCA. Es cierto que las reformas de mercado que en Chile provocaron estos buenos resultados comenzaron bajo la dictadura Pinochetista pero, para desgracia de nuestra izquierda autóctona, los gobiernos democráticos continuaron (con pequeños desvíos) por la misma senda del capitalismo competitivo. Similar camino han seguido desde hace décadas Irlanda, Australia y Nueva Zelanda que hoy tiene PIBs reales per capita por la menos 8 veces superiores al nuestro.

La gran diferencia entre nuestro país y estos otros es el tipo de capitalismo adoptado. En ellos el Estado es mínimo, dedicado a la atención de los pobres, los indigentes, la salud básica, la educación básica, la diplomacia, la justicia y la seguridad, para que el sector privado compita en el mundo con una economía bien abierta sin atraso cambiario. En Argentina estamos enfermos de un capitalismo corporativo, que desea un Estado-socio del sector privado (ejemplo: la pesificación como prenda de la ”alianza” de Duhalde con la producción), ineficiente y corrupto, sistema que abrazamos desde hace más de 70 años mezclado con el populismo político del “alpargatas sí, libros no”.

La consecuencia es que las funciones básicas del Estado fallan de manera grosera: la salud pública para los indigentes no existe (a tal punto que hay chicos que se mueren de hambre), la educación básica está en manos de los “trabajadores educativos” de Marta Maffei, los diplomáticos-políticos pueden mostrar como gran “antecedente” lealtad al presidente de turno por haber sido compañeros de la secundaria. La justicia no existe y en materia de seguridad estamos cada vez más indefensos.

En nuestro país, este capitalismo “trucho” ha tenido dos variantes a lo largo de los últimos 70 años. Uno (supuestamente bien) “globalizado”, que ha sido apoyado por gran parte (no todos) de nuestros liberales: sus rasgos centrales fueron atrasar el tipo de cambio para estabilizar la tasa de inflación y endeudamientos externos extravagantes para reactivar la economía. La Tablita de Martínez de Hoz y el fallido experimento de la Convertibilidad en la última década son dos claros ejemplos de ello. Las dos experiencias terminaron en un desastre. La otra variante es una versión más “nacionalista” del capitalismo “trucho”, encarnada por el modelo autárquico de Perón, al que en su momento adhirieron el “vivir con lo nuestro” de Aldo Ferrer en 1983 y al que hoy adhiere el “Plan Fénix” que propone en esencia una gigantesca redistribución de ingresos, gravando a tasas exorbitantes a la renta, con retenciones a las exportaciones, defaulteando la deuda para “usar” esos ingresos a favor de los pobres y re-estatizar el sistema de jubilaciones y pensiones. No podemos olvidar que todas las experiencias de un capitalismo autárquico con un estado distribucionista e intervencionista también terminaron en grandes desastres hiperinflacionarios (el 76 y el 89 son los ejemplos más cercanos).

En la peor crisis económica y social de nuestra historia, la tentación de redistribuir ingresos desde los que más tienen hacia los de menores recursos es muy alta. El problema es que no es posible. Ya hemos expropiado los ahorros con el default y la pesificación, hemos congelado las tarifas y reimpuesto derechos de exportación y sin embargo estamos peor que en Diciembre del 2001 en materia distributiva. El punto es que los límites para cualquier política distributiva son escasísimos en nuestro país. No es posible gravar diferencialmente a los que más tienen, pues se llevan su capital o emigran. Así los impuestos siempre los terminan pagando los de abajo, con bajos salarios o desempleo. Tampoco es posible con procesos migratorios que nos dejan sin lo mejor de nuestro capital humano y nos traen pobreza de países limítrofes.

Por otro lado, cualquier política distributiva a través del gasto requeriría un Estado a la europea. Estamos a años luz de eso. Salvo honrosas excepciones, el sector público carece de un servicio civil meritocrático y honesto, hecho que no podrá revertirse por muchos años, aún si empezamos a corregirlo seriamente hoy. El distribucionismo, al igual que el endeudamiento imprudente, es una vía utópica para el crecimiento. Los aparentes beneficios de corto plazo, si es que existen, tienen costos descomunales de descapitalización en el mediano plazo. Sólo creceremos sostenidamente cautivando al capital (para lo cual hay que respetar derechos de propiedad y tener impuestos moderados), teniendo un capitalismo competitivo y un sector público austero y equilibrado. La solidaridad social tendría que ser la excepción, no la regla que mata la gallina de los huevos de oro de la iniciativa privada sana, no corporativa, no prebendaria.

Esta idea del distribucionismo se complementa con otras que cada vez tienen más rating político como la de la libre circulación de personas en el Mercosur, el Parlamento Común del Mercosur, la moneda única del Mercosur, la pelea en común contra la globalización y detrás de esta alianza geopolítica, toda la artillería estatista y nacionalista. O sea, pretenden que seamos parte de una gran nación latinoamericana...llena de pobres. Para colmo de males, frente al peso relativo de Brasil, no nos quedaría otro rol que el del socio minoritario a merced del control brasileño.

La verdadera alternativa es mantener nuestra identidad política e integrarnos inteligentemente al mundo. Las experiencias que fracasaron deben ser ejemplo de lo que hay que cambiar. El ejemplo exitoso de otros países comparables debe ser el modelo a seguir. Un ejemplo es el chileno, país relativamente pequeño que ha fortalecido su identidad política con un auténtico capitalismo competitivo abierto al comercio internacional, con disciplina financiera y prudencia fiscal. Pero lamentablemente, luego que el estrepitoso fracaso de la convertibilidad fuera precedido por una década de apoyo incondicional por nuestro establishment, por el FMI, por casi todo el mundo financiero internacional y por gran parte de nuestros liberales, la supuesta “razón” ha quedado del lado de quienes proponen encerrarnos y “vivir con lo nuestro”, con un Estado fuerte para expropiar y redistribuir. Los “monstruos” que creíamos definitivamente muertos, han resucitado como el ave Fénix…..

En la película “Sexto Sentido” Bruce Willis se salva milagrosamente de un terrible accidente ferroviario y descubre tener poderes sobrenaturales para distinguir el bien del mal. La crisis fue nuestro accidente, pero lejos de demostrar poderes sobrenaturales, parecemos atrapados en una “indigencia cultural” que nos lleva a diagnósticos totalmente equivocados. Si como sociedad no adquirimos la capacidad de distinguir el bien del mal, estaremos condenados a la decadencia hasta que aprendamos a fuerza de nuevos fracasos….


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